Sabrina Carpenter y el arte que incomoda: ¿Por qué molestó tanto la portada de Man’s Best Friend?

En tiempos donde las redes amplifican cualquier imagen en cuestión de segundos, lo provocador puede convertirse en escándalo antes de que tengamos tiempo de detenernos a pensar. Eso fue exactamente lo que ocurrió con Sabrina Carpenter y la portada de su nuevo álbum, Man’s Best Friend. ¿El problema? Aparece agachada y sujetada del pelo por un hombre, en una clara posición de sumisión. Las reacciones: desde risas y aplausos hasta indignación y denuncias de cosificación.

Pero, ¿de qué estamos hablando realmente?

La portada que dividió opiniones

El diario The Guardian tituló que la imagen “ofende más de lo que impacta” y llamó al concepto “perezoso”, mientras que Euronews recogió críticas de organizaciones como Glasgow Women’s Library, quienes sostienen que Man’s Best Friend “no es subversiva”, sino una reproducción de los mismos estereotipos que pretende criticar. Desde Billboard, en cambio, destacan la intención paródica, en línea con el juego de Carpenter con su imagen pública en canciones como “Feather” o “Espresso”.

Lo cierto es que la portada incomodó. Pero si algo nos enseñó la historia del arte es que muchas veces ese es el objetivo. ¿Por qué? Porque el arte no es (solo) decoración: también es comentario, provocación y sátira. Por ejemplo, las vanguardias del siglo XX ya entendían que para romper con los discursos dominantes había que incomodar. En el mundo pop, Madonna fue quizás la pionera más emblemática de esta estrategia. Desde los años 80, su estética jugaba con el deseo, el poder y la religión con una libertad que escandalizaba a muchos y empoderaba a otros. En Like a PrayerErotica o Justify My Love, transformó el cuerpo femenino en un campo de batalla simbólico.

Sabrina Carpenter, en su generación, no está haciendo algo distinto: está tomando los códigos del imaginario masculino y resignificandolos desde el sarcasmo. Como lo hicieron antes otras artistas, está diciendo: “¿Querías esto? ¿Para vos soy esto? Bueno, tomá. Pero ahora la narrativa es mía.”

¿Fetichismo pop o crítica velada?

La estética de la portada remite claramente a un imaginario fetichista: tacos altos, vestido corto y apretado, sumisión corporal y juegos de poder. Pero conociendo el universo narrativo que Sabrina viene construyendo —literalmente, si nos detenemos a analizar un segundo la letra de Manchild, el primer sencillo de este álbum— no parece ingenuo.

Al ver la imagen, es difícil no pensar en Blank Space, el videoclip en el que Taylor Swift satiriza el arquetipo de “la ex loca” que la prensa construyó en torno a ella. Sabrina más de una vez se enfrentó a una narrativa parecida: «solo escribe sobre sexo» o «construye toda su imagen alrededor de la mirada masculina» son algunos de los comentarios que solemos leer acerca de ella, su música y estética. Con esta portada, pareciera que quiere devolverle al público su mirada reduccionista con una sonrisa y una ceja levantada.

En una cultura que nos acostumbra a la lectura literal, donde todo debe explicarse para no ser malinterpretado, la ironía parece tener los días contados. Y eso es peligroso, no solo para el arte, sino para la capacidad crítica. Si una imagen como esta se convierte en “polémica” teniendo en cuenta que el álbum todavía no salió y que días atrás Sabrina ya nos adelantó cuál va a ser el tono de las canciones, algo no está funcionando.

La cantante no es nueva en este tipo de juegos con la ironía. Su imagen pública ha estado constantemente moldeada (y reducida) por el ojo ajeno, y esta portada podría entenderse como una forma de apropiarse de esa mirada y devolverla exagerada, performática, incómoda.

¿Qué revela esta polémica?

Cada vez más, las redes sociales demandan que todo se explique, se justifique, se aclare. Lo irónico, lo ambiguo y lo provocador pierden lugar ante una cultura de la lectura rápida y el juicio inmediato.

Pero el arte pop, especialmente el que hacen las mujeres, siempre caminó esa línea. Madonna, Britney, Lady Gaga: todas jugaron con los límites entre erotismo, poder y crítica social. Este debate nos permite llegar a la conclusión de que seguimos sin saber qué hacer con una mujer que se muestra sexy y se ríe del deseo ajeno al mismo tiempo. Que el feminismo aún debate hasta qué punto puede haber empoderamiento en el mostrarse como una quiere. Y que, quizás, lo que más molesta no es la imagen, sino la intención detrás.

Lo que revela esta polémica con Sabrina Carpenter no es solo una portada provocadora. Revela que seguimos discutiendo quién tiene derecho a jugar con los límites, a usar el sexo como sátira, a ironizar sobre cómo la cultura nos representa.

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