«Al comenzar esta temporada de Alta Costura, me dediqué a buscar referencias de colores antiguos e inusuales. Esa búsqueda me llevó a una tienda de antigüedades, donde descubrí un inventario de cintas de los años 20 y 30. Antes de la guerra, muchas de estas cintas se fabricaban en Lyon y se distribuían por todo el mundo. Sin embargo, cuando Alemania invadió Francia, muchas de estas bobinas fueron ocultadas y, con el tiempo, quedaron perdidas en la historia.» Con estas palabras, Daniel Roseberry abre su carta de amor a su nueva colección de Haute Couture, un homenaje al pasado que combina historia, emoción y creatividad.

Primero lo primero: ¿Qué es la Haute Couture Week o Semana de la Alta Costura?
La Alta Costura representa el savoir-faire de las grandes casas de moda. Este término, conocido en su denominación original como Haute Couture, está legalmente protegido y tiene como propósito mantener un delicado equilibrio entre las técnicas artesanales tradicionales y la innovación creativa más vanguardista.
La esencia de la Alta Costura radica en la defensa de los valores artesanales: el trabajo meticuloso, hecho a mano, por costureras y artesanos que dedican incontables horas en los talleres de París para dar vida a cada prenda. Para ser reconocida como una casa de Alta Costura, las marcas deben cumplir estrictos requisitos establecidos por la Chambre Syndicale de la Couture, que evalúa y otorga esta distinción exclusiva a un selecto grupo de firmas.
Lo que realmente distingue a la Alta Costura es la singularidad y personalización de sus prendas, diseñadas y confeccionadas a medida para ajustarse a las necesidades y proporciones exactas de cada cliente. Este nivel de exclusividad convierte a la Alta Costura en un lujo al alcance de muy pocas personas en el mundo, reforzando su estatus como una de las máximas expresiones del arte en la moda.
La visión de Daniel Roseberry
«Mientras pasaba mi mano entre ellas el año pasado, entendí lo que quería hacer: crear algo que se sienta nuevo precisamente porque es antiguo», explicó el diseñador en las notas del desfile. «Estoy tan cansado de que se asocie constantemente la modernidad con la simplicidad. ¿Acaso lo nuevo no puede ser también extravagante? ¿Nuestra obsesión con lo que parece o se siente moderno se ha convertido en una limitación? ¿Nos ha costado nuestra imaginación?».
Lo nuevo no tiene que necesariamente ser aburrido, dijo el Director Creativo de Schiaparelli. Debemos seguir desafiando nuestra creatividad, podemos demostrarnos a nosotros mismos que es posible revisar lo hecho en el pasado y maximizarlo en el presente. Titulada «Ícaro», el diseñador presentó su nueva colección el 27 de enero en París, en el Petit Palais. Sobre la pasarela desfilaron chaquetas de gran tamaño con forma de corpiño vasco, vestidos de satén duquesa relucientes y abrigos de ópera bordados, confeccionados con un lujoso neopreno satinado. Perlas, plumas y bordados colgaban de los vestidos esculturales mientras las modelos se desplazaban por una larga pasarela cubierta de azulejos con forma de soles dorados.
Luego de revisar el trabajo de grandes iconos de la moda, como Yves Saint Laurent y Alaïa, el proceso creativo de esta colección comenzó con los colores de las cintas. La paleta incluye tonos mantequilla, azafranes, verdes pavo real deslavados y marrones azafrán quemados. Al marrón lo bautizaron como “tostado” y al gris francés cálido, “visón”. Estos colores inspiraron un viaje en el tiempo y el objetivo de Roseberry fue crear siluetas que evocaran la esencia de la Alta Costura del pasado.

Un vistazo a la colección
Momentos destacados del desfile tuvieron como protagonistas a chaquetas abiertas con polizones escultóricos, vestidos que se desbordaban en tul como un tutú futurista y, por supuesto, todos los detalles de drapeados, plisados y corsetería que uno podría imaginar, adornados con un mar de plumas, bordados y brillantes abalorios.

«La firma de Schiaparelli, su ADN, no está atado a una silueta, y eso es algo que realmente me gusta», comentó Roseberry tras bambalinas. «Es más una idea, un concepto, un ethos. Eso me da permiso y libertad para explorar una silueta de principios de siglo, o algo evocador de los años 30, 20 o 50».
Sus palabras quedarán grabadas para siempre, porque tiene razón. No hay muchos diseñadores que realmente se atrevan a salir de su zona de confort para crear algo verdaderamente extravagante. Cada vez más, vemos diseñadores conformarse con lo simple, lo cual tristemente está empezando a convertirse en una tendencia. Pero no Daniel. Su imaginación y creatividad son extraordinarias. Como dijo en su entrevista con Vogue, siempre buscan crear algo más alto, más grandioso que la colección anterior, y lo logran, siempre.
Cada colección es una obra maestra que podría estar en un museo. Cada prenda está confeccionada con un cuidado y un amor tan evidentes que es imposible no notarlo. Cada look tiene su propia singularidad, no solo en los detalles, sino también en la forma en que se creó: desde hermosas siluetas, curvas espectaculares y corsetería, hasta los tejidos, colores, bordados y joyería.
Lo que hizo Roseberry no solo es una oda a la moda, sino a los tiempos en los que estamos viviendo. Nos demostró, una vez más, que no necesariamente todo tiempo pasado fue mejor. Tenemos nosotros también la posibilidad de crear algo que haga historia.

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