Lady Gaga en Coachella 2025: un espectáculo de espejos, fantasmas y resurrección pop

Este 11 de abril, Lady Gaga volvió a Coachella y lo hizo como solo ella sabe: con un espectáculo que fue mucho más que un show musical. En plena gira de presentación de Mayhem, su nuevo y oscuro álbum, Gaga ofreció una experiencia performática que cruzó el arte escénico, la autobiografía emocional y la crítica cultural. A lo largo de cinco actos perfectamente orquestados, la artista no solo recorrió su carrera, sino que la reescribió en vivo: mató a sus yoes pasados, dialogó con sus propios fantasmas y volvió a nacer frente a sus fans.

Fue un ritual de duelo y renacimiento, un manifiesto sobre la fama, la identidad y el precio de la autenticidad en un mundo de máscaras. Con referencias teatrales, cinematográficas y religiosas, Gaga transformó el escenario del desierto de Indio en un altar del pop donde cada canción fue una confesión y cada transición, una metáfora viva.


Act 1: Velvet and Vice — La máscara inicial

La noche arrancó con una imagen que sintetiza toda su propuesta: Gaga actual, con un bob negro, cantando Bloody Marydesde lo alto de una cruz invertida. La apertura no fue casual: esa canción de Born This Way (2011) marcó el comienzo de un viaje circular entre el pasado y el presente.

Este primer acto, titulado Velvet and Vice (Terciopelo y Vicio), equilibró con destreza lo viejo y lo nuevo. “Judas” convivió entre temas de Mayhem como Abracadabra y Garden of Eden, y el cierre fue con una versión teatral y oscura de Poker Face, donde Gaga simuló un ajedrez de alto riesgo. El guiño a Harry Potter y la Piedra Filosofal no pasó desapercibido, pero aquí no había un juego de niños: Gaga jugaba contra sí misma, y fue su yo actual quien ganó. Literalmente: declaró “¡córtenle la cabeza!” a una Gaga rubia caída del pasado.


Act 2: And She Fell Into a Gothic Dream — La muerte de la celebridad perfecta

En el segundo acto, And She Fell Into a Gothic Dream, la narrativa se volvió más oscura y existencial. La Gaga rubia es enterrada entre esqueletos que lentamente comienzan a moverse, dando lugar a una nueva figura: la Gaga de 2009, vestida con encaje rojo como en los MTV VMAs de aquel año.

Este segmento abrió con Perfect Celebrity, seguido por Disease y una versión acústica y desoladora de Paparazzi que sirvió como centro emocional del show. Gaga, en su versión rubia, preguntó al público: “A veces siento que entré en un sueño cuando tenía 20 años… ¿Y si ustedes no estaban ahí cuando despertara?” Fue un momento de vulnerabilidad que dejó al público en un silencio reverencial. Las luces bajaron, algunos pensaron que todo había terminado, pero sabíamos que no. Gaga nunca termina así.


Act 3: The Beautiful Nightmare That Knows Her Name — Furia electrónica y sombras del deseo

En el tercer acto, The Beautiful Nightmare That Knows Her Name, Gaga se unió al productor francés Gesaffelstein para llevar al público a un estado casi hipnótico. Con beats industriales, luces estroboscópicas y una atmósfera de rave oscuro, interpretó KillahZombieboy, y una condensada pero potente Die With a Smile, su colaboración con Bruno Mars.

Fue una celebración del deseo más retorcido y una exploración de las tensiones entre amor, violencia, sexo y fama. En este tramo, Gaga pareció preguntar: ¿Cuánto estás dispuesto a dar por ser visto?


Act 4: To Wake Her Is To Lose Her — La identidad como ilusión

Volviendo a su versión actual, Gaga reaparece con su look de bob negro en el acto cuatro, To Wake Her Is To Lose Her. Aquí, la narrativa se vuelve más introspectiva. Antes de cantar Born This Way, se dirigió al público con una frase que quedó flotando en el aire: “Son quienes eligen ser, siempre lo serán.”

La canción, generalmente celebratoria, sonó esta vez como una especie de canto fúnebre esperanzado. El show parecía terminar ahí, con fuegos artificiales, pero Gaga tenía una última confesión guardada.


Act 5: Finale — Eternal Aria of the Monster Heart

En el acto final, Eternal Aria Of the Monster Heart, Gaga despoja el espectáculo de toda su grandilocuencia para sentarse sola al piano. Canta Shallow como si fuera una carta abierta, una súplica directa a sus fans. “Hasta donde puedo ver, hay gente por todos lados… Espero que algún día simplemente desaparezca justo dentro de ustedes”, dijo antes de interpretar Vanish Into You mientras caminaba entre el público, tomándoles las manos, cantándoles directamente a la cara.

Fue un final íntimo, crudo, casi místico. Y luego, fiel a sus palabras… desapareció.


Gaga no se repite, se resucita

Este no fue un show de grandes éxitos: fue un ejercicio de exorcismo y curaduría emocional. Mayhem es el caos interno hecho arte, y Gaga lo usó como hilo conductor para reinterpretar su vida y su carrera. Cada acto fue una faceta de su alma: la estrella, la mártir, la bruja, la víctima y finalmente, la superviviente.

Más que un concierto, lo que vimos en Coachella fue una obra viva sobre el arte de ser visto, sobre lo que cuesta sostener una imagen pública sin perderse en ella. Gaga dejó en claro que la fama no es un premio: es una relación de codependencia entre artista y audiencia. Y en ese vínculo complejo, a veces tortuoso, Gaga encontró una verdad: los monstruos nunca mueren.

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