Personalmente, nunca me sentí identificada con la estética minimalista. Ver todo tan pulcro, vacío, neutral, simplemente no me transmite nada. Lo que me entusiasma de la moda es su volumen; la grandeza que se puede transmitir simplemente a través de telas y patrones, las historias que pueden imaginarse gracias a los adornos que despiertan conversación y los colores extraídos del espectro interminable del arcoíris.
Entiendo y celebro que haya gente a la que le encante lo neutro, como siempre digo, no hay que enfocarse tanto en qué está en tendencia, sino en descubrir qué es lo que nos representa a nosotros. Muchas marcas siempre apostaron a los colores, y otras nunca van a salir del blanco y del negro, lo importante es encontrar lo que nos define en un mundo que siempre intenta decirnos cómo nos tenemos que ver. De todas formas, sí es interesante detenernos a analizar cómo y por qué surge una tendencia, en especial, si la relacionamos con el contexto que se esté produciendo en ese momento.
Después de un tiempo en el que la moda, el diseño de interiores y todos en internet nos dijeran que el minimalismo y el lujo silencioso eran el camino correcto. Hoy, todo cambió, y el maximalismo vuelve más fuerte que nunca.

Te extrañaba, maximalismo
La moda está viviendo un giro audaz: tras años dominados por la sobriedad del minimalismo, las pasarelas Otoño/Invierno 2025 marcaron el regreso triunfal del maximalismo, con una propuesta visual cargada de dramatismo y expresión. Este resurgimiento no solo representa una respuesta estética, sino que refleja un cambio cultural más amplio, en el que el deseo de autenticidad y autoexploración desafía la homogeneidad impuesta por el algoritmo y el lujo silencioso. La moda vuelve a ser un vehículo de individualidad, donde lo exuberante y lo emocional ganan terreno frente a lo pulido y lo predecible.
Desde las calles de Nueva York hasta las casas de moda en París, los diseñadores están apostando por relatos visuales intensos: siluetas esculturales, colores intensos y texturas atrevidas se combinan con estampados que evocan una nueva sensibilidad bohemia. Este maximalismo renovado no es solo una tendencia cíclica que regresa, sino una reacción visceral a la saturación del minimalismo. En un momento donde las personas anhelan piezas que hablen de su identidad y sus emociones, la moda se posiciona nuevamente como una forma de narrar historias personales y conectar con el presente de manera más profunda.
Según el informe Pinterest Predicts 2025, este será un año definido por la autoexpresión sin filtros y el redescubrimiento sensorial a través del estilo. “En 2025, más será más”, afirma Sydney Stanback, líder global de tendencias de Pinterest, destacando el regreso triunfal del maximalismo y la audacia estética como respuestas al deseo colectivo de romper con lo uniforme y lo predecible.
Esta visión se vio reflejada con claridad en las pasarelas de Primavera/Verano 2025, donde la exageración fue el hilo conductor. Desde el esperado debut de Alessandro Michele en Valentino, hasta los estampados teatrales de Balmain y las siluetas desmesuradas de Ganni, el mensaje fue contundente: la extravagancia está de vuelta. Incluso los accesorios se sumaron a esta narrativa, con medias ornamentadas y bolsos XL en Fendi, texturas juguetonas en Bottega Veneta y carteras descomunales en Coach, consolidando así una temporada en la que lo llamativo, lo táctil y lo emocional dominaron el lenguaje de la moda.

¿Cómo se representó el maximalismo en las pasarelas?
El maximalismo en las pasarelas Otoño/Invierno 2025 se manifestó con una teatralidad táctil y visual que desafía cualquier rastro de sobriedad. La piel, especialmente en sus versiones sintéticas y el shearling, fue una de las grandes protagonistas: texturas ricas, suaves y envolventes dominaron colecciones de casas como Prada, Gucci y Fendi, en un guiño a la necesidad contemporánea de confort y opulencia. Las prendas exteriores se volvieron piezas clave, mientras que estolas, ribetes y accesorios de piel funcionaron como declaraciones de estilo rotundas. A esto se sumó la fuerte presencia de los flecos, que aportaron dinamismo y textura: desde las versiones de lentejuelas en Jil Sander hasta las siluetas fluidas y dramáticas de Sportmax o las construcciones artesanales de Diotima, Khaite y Altuzarra, el fleco dejó de ser un detalle para convertirse en protagonista.
La estética neo bohemia también tuvo un rol central en este revival del maximalismo. Firmas como Chloé, Etro y Ulla Johnson reinterpretaron el espíritu libre de los años 70 con una mirada contemporánea: siluetas exageradas, tejidos con carácter y estampados vibrantes se entrelazaron en propuestas que celebran la libertad creativa en tiempos de creciente digitalización y uniformidad. Los tonos joya —rojos intensos, burdeos, verdes profundos y púrpuras— aportaron dramatismo cromático a las pasarelas, alejándose de las paletas neutras del pasado reciente. Firmas como Alexander McQueen, Saint Laurent y Dries van Noten apostaron por estos matices para potenciar siluetas estructuradas y vestidos de noche, reafirmando una moda que busca empoderar, emocionar y conectar a través de la audacia estética.

Más allá de la tendencia
Como ya mencionamos, este cambio de paradigma no implica que tengas que deshacerte de tu placard lleno de tonos neutros ni empezar de cero. Se trata, más bien, de animarte a explorar qué estilos te representan de verdad, más allá de lo que dictan las tendencias virales. Lo interesante no está en seguir modas como una regla, sino en entender qué revelan culturalmente y por qué surgen en determinados momentos.
El resurgimiento del maximalismo en la moda no es solo una cuestión estética: refleja una transformación profunda hacia la autenticidad, el empoderamiento y la necesidad de contar historias propias a través de lo que vestimos. A medida que los diseñadores proponen texturas ricas, colores intensos y formas expresivas, la moda se reafirma como una herramienta poderosa de identidad cultural. Este giro no es pasajero, sino una manifestación del deseo colectivo de liberarse de la uniformidad y abrazar lo complejo, lo emocional y lo verdaderamente personal.

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